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El trabajo es un derecho natural del ser humano
Por siempre se ha mantenido el criterio de que el trabajo es un derecho natural del ser humano que corresponde a su necesidad de valerse por si mismo, con su propio esfuerzo físico o mental, para conseguir lo necesario para subsistir dignamente, junto con su familia, dentro de una sociedad debidamente organizada.
Desde que el hombre pudo utilizar sus manos, máximas herramientas biológicas, las guió con su ingenio y su inteligencia racional para fabricar otras herramientas que lo potenciaran en la realización de su trabajo.
Es así como desde la palanca o del martillo de piedra ascendió, utilizando fuerzas ajenas a él, a fabricar máquinas más complicadas.
Surgieron los molinos de agua y viento y, más adelante las máquinas a vapor y, sin que se complete la enumeración, las que funcionan con combustibles fósiles, con electricidad y con la fisión atómica.
Grandes revoluciones industriales se generaron con el advenimiento de las máquinas que se utilizaban para la producción de bienes y servicios que reclamaba una siempre creciente humanidad.
Paralelamente éstas incipientes máquinas aún necesitaban de la colaboración, del trabajo, de millones de personas que, pese a sus pésimas remuneraciones, se unían al consumo de cepas sociales con mejores ingresos convirtiéndolo en masivo.
La tecnología, generando nuevas necesidades, reclamaba mucha mano de obra para los nuevos complejos fabriles; había que responder al consumo masivo con una producción masiva.
La revolución cibernética y una nueva esclavitud
El derecho al trabajo, constitucionalmente sancionado por todas las legislaciones del mundo, se ha venido resquebrajando por acción de la corriente más turbulenta que discurre en el gran río de la civilización: la de la tecnología
La tecnología que había venido armoniosamente acompañando al esfuerzo humano en la producción de bienes y servicios, de pronto, bajo el influjo de la cibernética ingresó a generar máquina que ya han trastocado al mundo laboral.
La tecnología, mediante la cibernética, está ayudando prodigiosamente a la inteligencia humana en la producción de máquinas que potencian a muy pocos para que realizaren el trabajo que antes efectuaban muchos.
Esta es la terrible revolución cibernética que no tiene visos de acabar, sino más bien de crecer, con el perfeccionamiento de la robótica.
Se ha generado una nueva forma de esclavitud que no condena al hombre al trabajo forzado sino a la desocupación permanente e involuntaria
. Se debe legislar de acuerdo a una realidad diferente
Las constituciones y las leyes no solo aseguran el derecho que todo ser humano tiene para acceder a un trabajo debidamente remunerado sino, además, se asegura que el trabajador debe tener:
- Condiciones dignas y equitativas. Intrascendente para los dueños de las máquinas y robots.
- Jornadas de trabajo concordantes con su capacidad. Las máquinas trabajan, inclusive a oscuras, las 24 horas de cada día.
- Descanso y vacaciones pagadas. Las maquinas no vacacionan ni descansan y sólo son remuneradas con las reparaciones e insumos que requieren.
- Participación en las ganancias. Las máquinas no solo no participan en ellas sino por el contrario generan mayores ingresos.
- Protección contra despidos arbitrario, seguros contra accidentes. La máquina es cambiada sin ningún problema y cuando se rompe simplemente se repara o se reemplaza.
Además las máquinas no hacen huelgas ni se embarazan.
Estas duras pero contundentes verdades abren un insondable abismo de inequidad que es necesario contemplar en las próximas legislaciones que se dicten teniendo en cuenta que la flexibilización del trabajo y la desocupación, peor aún con una crisis económica de por medio, ya están generando una metástasis social que se manifiesta con: la precariedad de sueldos y salarios, el colapso de los sistemas previsionales estatales y con las protestas, sobre todo de los jóvenes, que necesitan avizorar un mejor futuro para fortalecer su fe.
Una gran razón para generar cambios
