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3 noviembre 2012 6 03 /11 /noviembre /2012 16:22

En el fondo de los tiempos el hombre entendió la necesidad de ser bueno...por interés.

Cuando el hombre primitivo; descubre la agricultura y comienza: a cosechar sus propios alimentos, a criar su ganado y a construir sus casas junto a eras y dehesas; es que se encuentra, de sopetón, con el trascendental derecho de propiedad.

 

Ya no viviría errante y recolector tras los rebaños trashumantes. Ya no se sustentaría de una creación que, hasta ese momento, era de todos. Ya no tendría que matar al prójimo bajo el imperio de la ley de la supervivencia. !Ya no¡

 

Había escarbado con su intelecto el recóndito fondo de su alma para descubrir lo que buscaba: el derecho de propiedad.  Este primordial derecho surgía, oportuno y justiciero, como fruto de sus connaturales inteligencia y sentido ético, para decirle a los demás, a los que nada tenían aún, lo malo que es apropiarse de lo ajeno.

 

angelvsdemonio

Pronto, demasiado pronto, el hombre comenzó a ser malo también...por interés.

No fueron; las sequías, las inundaciones, los terremotos, la peste y demás alea catastrófica que acompaña a la creación; los factores principales en el gran drama del origen de la maldad  ¡No¡, fue la codicia.

 

A los líderes de los pueblos más favorecidos se juntaron los médicos brujos para detentar el poder de las armas y del miedo. Los propietarios agrícolas no iban a prevalecer sobre ellos en las incipientes comunidades.

 

Caudillos  y hechiceros tenían que generarse su propio peculio y la mejor forma que encontraron fue la rapiña. Urdiendo intrigas y, generando sospechas y temores, convencieron al pueblo de la necesidad de atacar a los vecinos antes de que ellos lo hicieran.

 

Huestes despiadadas y codiciosas habían descubierto en el mal, en quitar a los demás lo suyo, una fácil forma de enriquecerse. Las tierras ganadas a los vencidos eran repartidas entre los vencedores quienes, dedicados a su nuevo oficio y a disfrutarlo, necesitaron de mano de obra para hacerlas producir. Fue cuando el sistema trajo otro beneficio colateral para los poderosos: les proveyó, con los vencidos, mano de obra gratuita dando nacimiento al vil  negocio de la esclavitud generando, de paso, una sugerente condición del mal: lo bien que se esconde tras las costumbres de los pueblos.

 

La historia  muestra que la esclavitud prevaleció por centurias con la aprobación de filósofos y  santos patriarcas. Ejemplar es la opinión que sobre ella emite San Pablo en su Carta a los Coloseneses

 

Terrible fue descubrir que mal, confundido en la urdiembre de la historia, resultaba ser un buen negocio terrenal para unos y celestial para otros.

Favorecido por quienes proclamaban al sufrimiento como el mejor argumento para ganar el paraíso, el mal discurrió mostrando, en la enorme gesta de las guerras coloniales y de conquista, dos sorprendentes facetas. El mal, en estas épicas jornadas, enriquecía a unos para darles excelente estadía terrenal y, ocasionando gran sufrimiento, predestinaba a otros al paraíso transmundano.  (Continuará) 

 

 

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