España está siendo castigada por la plaga política más destructiva: la corrupción
Quienes en España leían (y leen); las cifras de espanto que la ONG Transparencia Internacional publica es sus listas de ignominia; jamás pensaron lo tan involucrados que, como víctimas, estaban en el drama.
Hoy al venirse enterando los españoles, en forma cotidiana, de como este flagelo ha destrozado las conciencias de sus autoridades, han entrado en un proceso de análisis profundo que comienza con una terrible premisa: ¿a quién se le puede creer?
La corrupción, tanto en España como en el resto del mundo está generando una crisis devastadora: la crisis de la esperanza.
La falta de fe ya está socavando las bases más sólidas de la sociedad humana
La unión y solidaridad, postulados mágicos para la consecución de metas comunes, se están convirtiendo en dunas errantes que se trasladan al impulso de ventarrones de oportunismo, conveniencia y codicia.
Cuando más fuerza y vigencia deben tener estos valores surgen discordancias y separatismos.
La honestidad es una cortapisa para quienes intentan tener éxito en la carrera pública y la lealtad se ha transformado en la más abyecta complicidad.
Una sociedad humana que se muestra incapaz de ser mejor a pesar de estar más civilizada.
¿De qué manera puede decirse que la mayor ciencia y cultura, que el hombre ha acumulado en los últimos 10,000 años le han sido útiles si se está retornando a la ley de la supervivencia? Por esta primitiva ley se imponía el más fuerte y el más astuto. Hoy; dentro del marco de la especulación y la corrupción globales y dolosas, los valores personales y estéticos, los bondadosos sentimientos y la avanzada tecnología; han quedado sepultados por la codicia y el afán hegemónico. El hombre ha convertido al progreso en un elemento útil para comportarse peor pero, a diferencia de sus neolíticos predecesores, con pleno conocimiento de estarlo haciendo.